miércoles

GRANDES EMPRESAS QUE MALTRATAN A SUS CLIENTES


¿Te has enfrentado alguna vez a una gran empresa? Esta misma pregunta me la planteaba uno de mis personajes de la novela Por aquí pasó el taxidermista, y le respondí que claro que sí. A quién no le han facturado de más en el teléfono fijo o móvil, quién no ha intentado cambiar de compañía en su conexión a Internet, quién no ha solicitado sus derechos por vuelos cancelados, overbooking o el extravío de una maleta. Quién no ha reclamado ante una agencia por recibir servicios por debajo de lo publicitado en sus vacaciones.

Creo que todos hemos padecido en mayor o menor medida la tortuosa senda de las reclamaciones. Aunque los resultados se asemejen entre sí, sea cual sea el sector al que nos enfrentemos, siempre nos hemos sentido impotentes, ninguneados, frustrados, y en la mayoría de los casos hemos tirado la toalla por mero aburrimiento.
Pues bien, mi personaje me dice que nada de eso es ni remotamente comparable con la tarea de enfrentarse a una promotora o a una constructora.
—¡Eso son palabras mayores! Estas empresas tienen una legión de abogados dispuestos a devorarte porque la legislación es, como en casi todos los campos, un pantanal donde los litigios pueden durar años. Poca gente se atreve a enfrentarse a ellos.
Después de pensarlo un momento, decidí acudir a la red, revisar la programación televisiva y acudir a varias promociones inmobiliarias en las que se veían pancartas reivindicando solución a sus problemas con estas empresas. La conclusión fue demoledora: nadie defiende los intereses de los compradores de viviendas. Muchos de los afectados se preguntaban dónde estaban las administraciones, a saber: municipales, provinciales, autonómicas, nacionales y europeas. Cientos de miles de funcionarios cobrando sueldos para al final no detectar los fraudes que sufrimos los ciudadanos.
La vivienda es la compra más importante de nuestra vida.
—Uno se compra una camisa de 30€ y si al llegar a casa no te gusta, por los motivos que sea, uno va y la devuelve ­—comentaba mi personaje—. Pero una vivienda se compra en muchos casos antes de ser construida, sobre plano y abusando de la ingenuidad del comprador. Es como si llegásemos a esa misma tienda donde nos compramos la camisa y el dependiente nos enseñara el patrón de la prenda y un trozo de tela con la que será confeccionada. Sería de locos. ¿Cuál sería el resultado final? ¿Quién la confeccionaría?...
Pues eso hacemos en todos los casos cuando compramos una vivienda. Como mucho la vemos un par de veces durante unos minutos, y elegimos llevados por una prisa desmesurada. ¿Comprobamos los acabados, las calidades, los ruidos, la habitabilidad? Que va, nos llevan corriendo al notario, al banco y a firmar. Después, apáñesela usted si tiene problemas.
Ninguno de los ejecutivos, gerentes, presidentes o directivos de esas empresas que nos construyen nuestras casas viviría en una de ellas. Jamás.
Nos venden sucedáneo a precio de artículo de lujo.
¿Te has enfrentado alguna vez a una gran empresa?
Los cadáveres que esos enfrentamientos dejan por el camino podrás encontrarlos en la novela Por aquí pasó el taxidermista. 

2 comentarios:

  1. Felicitaciones por este artíulo
    M.

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  2. Gracias querido anónimo. ¿Eres tú también otra víctima de esos abusos empresariales? Los clientes no somos más que números que engordan sus cuentas de resultados.

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