Sin duda unos de los personajes más influyentes en el siglo pasado fue Albert Einstein. Su figura, aunque muy popular, no ha sido todavía entendida en toda su totalidad. Entre sus múltiples teorías físicas y matemáticas también tiene cabida sus reflexiones terrenales como la siguiente:
“Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”.
La rotundidad de la frase adquiere dimensiones de axioma sobre todo en nuestros tiempos. Todo el mundo habla de los principios éticos, pero pocos son los que lo aplican en la vida cotidiana. También el famoso y mordaz Groucho Marx decía:
“Estos son mis principios, si no le gustan aquí tengo otros”.
El ser humano actual está naufragando en un mar de egoísmo, cinismo e hipocresía tal que encontrarte con alguien que no participe del aquelarre de la confusión es harto difícil, aunque no imposible.
Muchos de nosotros ha querido cambiar el mundo, a su pareja, el modo de pensar o incluso la dirección de su voto; ¿pero se ha planteado alguna vez cambiar él mismo? Ante semejante reto, las intenciones se transforman en meros intentos intelectuales.
¿Dónde quedaron nuestros referentes? ¿Se han caído demasiados “Muros de Berlín” sin que aparezcan en su lugar nuevos establecimientos éticas?
Para que nuestra sociedad cambie, primero tenemos que cambiar nosotros.
¿Podríamos decir en voz alta que nosotros somos menos corruptos que nuestros políticos?
¿Seríamos capaces de servir de ejemplo para alguien de nuestro alrededor?
Estas y otras preguntas deberían formar parte de nuestras conversaciones entre amigos, familia o lugar de trabajo. En nuestro país nadie se atreve a dar el paso adelante, ¿por qué?
Ha llegado el momento de volver al trueque?
ResponderEliminarCompartir lo que somos, lo que sabemos, lo que hacemos, y también como no, lo que necesitamos.
Somos capaces de hacerlo, si cada uno de nosotros nos hacemos persona, y comprobamos que los que nos rodean también lo son, ¿seremos todos personas?.
Creo, y confío en mi igual, porque confío en mí.
Yo no me fío de nadie, cuando te das la vuelta, la ética sale por la ventana. Estamos perdidos en nuestros ensimismamientos.
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