En España las afirmaciones de los dirigentes políticos o económicos van por un lado y la realidad por otro. A todos nos suenan los cantos de sirena del presidente Zapatero sobre su objetivo de pleno empleo para esta legislatura, la recolección de brotes verdes de la vicepresidenta Salgado o la perspectiva de Blanco de que nunca se llegaría a los cuatro millones de parados. Como todos sabemos y muchos sufrimos, esas afirmaciones se quedaron en meros desideratos que sólo insuflaban un positivismo antropológico de un grupo dirigente sin rumbo y con pocas ideas.
También ocurrió lo mismo en cuanto a las afirmaciones de nuestro sistema bancario: que si era el mejor del mundo, que si resistiría el envite de las recesiones con solvencia… El caso es que ya se han rescatado dos cajas de ahorro: Cajasur y Caja Castilla-La Mancha, aunque tampoco la Caja del Mediterráneo se encuentra precisamente boyante. Desde el Banco de España se nos mostraron datos del estado en el que se encontraba cada entidad bancaria, y entre las más saneadas se encontraba Ibercaja.
Esta entidad, que no se pilló los dedos con la burbuja inmobiliaria en su momento y que ha mantenido un ritmo constante y firme cuando otras vivían una montaña rusa, ha ido rechazando cuantas parejas de baile se le ha ido ofreciendo durante estos últimos meses en los que tocaba la reunificación. La consigna del Gobierno era crear entidades más fuertes. Pero la caja aragonesa no necesitaba fusiones, que le supondrían únicamente atarse a otra entidad con pérdidas y con una política de negocio diferente.
En esa carrera en solitario, a Ibercaja le iba bien. Pero el Gobierno no quiere cajas de tamaño pequeño funcionando a su aire, aunque cumplan.
Ahora se ha sabido que a finales de mes Ibercaja cerrará 25 oficinas en toda España: las 25 últimas que abrieron sus puertas en los últimos años. Así pues no es una cuestión de gestión, de capital económico ni humano, de pérdidas o ganancias. Es pura arbitrariedad matemática, porque algún criterio de selección debía adoptarse, y ya que todas van bien, pues se ha seguido un criterio de antigüedad, como en las empresas con ERE.
Según los analistas económicos, la confianza es fundamental en el mundo de la economía. Por tanto, las medidas que se adopten en empresas, bancos o incluso el propio país repercutirá en la confianza en los mercados, clientes e inversores.
Así pues, podemos anticipar que la actuación de Ibercaja va a generar desconfianza en los clientes que vean cerrada su oficina el próximo 1 de junio, y en los futuros inversores que tuvieran pensado confiar sus depósitos a esta entidad.
Estos cierres no les tocará ni a los dirigentes, ni a los miembros de la junta directiva, s no a los empleados, a ellos les ha tocado la china, como siempre. Algunos de los que hemos entrevistado, además de mostrar su desconcierto, califican el cierre como un falso ERE, una regulación de plantilla encubierta. Se les ofrece el despido y al paro. A otros se les recoloca en otras partes oficinas del territorio nacional, a veces a más de 700 km de su domicilio y su familia, con lo que ello supone. Porque por mucho que se de bombo a lo de la flexibilidad laboral en tiempos de crisis, lo cierto es que en este estado de las autonomías no resulta precisamente sencillo cambiar de comunidad de la noche a la mañana, de lengua en muchos casos, trasladar a toda la familia y comenzar a pagar alquiler e hipoteca del piso que dejas vacío, escolarizar a tus hijos en un entorno en el que ni siquiera comprenden lo que se les dice porque no utilizan su lengua materna.
Es de lamentar que el Gobierno ayude con miles de millones de euros a las entidades bancarias pero a su vez rechace ayudar a grupos empresariales como el de Nueva Rumasa. ¿Por qué a unos trabajadores sí y a otros no? El sectarismo del gobierno de Zapatero prefiere darle una patada en el culo de los trabajadores de Ruiz Mateos en lugar de pactar unas condiciones de financiación dignas para evitar esa sangría de puestos de trabajo. De nuevo se manifiesta la quiebra del principio de igualdad, tan cacareada por la cúpula socialista, en la que las siglas de la empresa en la que trabajes eran antaño como la cuna en la que nacías: si trabajas en una multinacional o en una gran empresa, te salvas o tienes mejor trato; si trabajas en un taller o en una peluquería, te mueres de asco; en la pequeña empresa no se tienen derechos algunos.
¿A usted esto no le provoca desconfianza?
ya va siendo hora de que salten las cosas ocultas de la basnca.
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