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BHUTAN, UN LUGAR DONDE TODAVÍA SE PUEDE SER FELIZ


Seamos de donde seamos, todos queremos ser felices en nuestra vida. Esta quimera es el objetivo primordial de cada ser humano, y según el lugar de nacimiento, significa una cosa totalmente diferente; aunque en los tiempos que corren se identifica con la posesión material o las realizaciones personales. Sin embargo existe un país entre las montañas del Himalaya que se resiste a formar parte de la locura que nos envuelve al resto del mundo, su nombre es Bhután.
Situado entre India y Tibet, Bhután, llamado por sus ciudadanos Druk Yul, "País del Dragón del Trueno, es un país pequeño, del tamaño de Suiza, y que no llega al millón de habitantes. La mayoría de los habitantes vive de la agricultura y la ganadería. Su capital es Thimbu, ciudad sin semáforos y con poca actividad motorizada. Al abuelo del actual rey, Jigme Dorji Wangchuk se le considera el padre de Bhután desde que ocupara el poder tras la independencia de Gran Bretaña en 1949 y formara parte de la ONU. Tanto Singye Wangchuk (cuarto rey de Bhután) como el actual rey han hecho que el país se abra al mundo.


¿Pero cómo han conseguido mantenerse al margen de lo que ocurría en el planeta?
No solo su ubicación geográfica les preservó de las intoxicaciones exteriores, su deseo de permanecer fuera de toda influencia exterior les llevó a erradicar la televisión hasta 1999 o Internet hasta el año 2000.

¿Qué características poseen los habitantes de Bhután?
Sus ciudadanos practican el budismo tántrico, y su expresión se manifiesta en todos los aspectos de la vida cotidiana, pero sobre todo en uno en particular: el deseo es la causa del sufrimiento. Por esta razón, los bhutaneses persiguen la felicidad alejándose de las vanas pretensiones del deseo y su rostro refleja esa ausencia de sufrimiento en forma de sonrisa: manifestación de un estado interior de felicidad.
En el mundo que vivimos los países se miden según el nivel de bienestar, y el baremo económico que se utiliza para conocer el nivel de riqueza de un país se denomina PIB, o Producto Interior Bruto, que considera “la cantidad de bienes y servicios útiles disponibles para una persona dentro de un país y contando con tres factores: productividad, el porcentaje de la población total que tiene un trabajo remunerado, y el número de horas trabajadas por cada empleado/a al año".
Sin embargo este índice económico (PIB per capita), no muestra el bienestar emocional y de felicidad de un pueblo.


¿Entonces qué sucede?
Es palpable el hecho de que aunque un país sea rico y sus habitantes posean bienes materiales, necesariamente, la gente que en él vive, no tiene que considerarse agraciada por la felicidad. Poseer un trabajo, tener una esperanza de vida aceptable y el acceso a los recursos básicos cuentan para evaluar el bienestar individual y colectivo, pero no aseguran que alcancemos la deseada felicidad.
¿Cómo se cuantifica la felicidad en Bhután?
El rey Jigme Singye Wangchuk creó el concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB), como mejor indicador para conocer la realidad de sus habitantes. Este concepto mide el bienestar psicológico de los ciudadanos basándose en el acceso de los ciudadanos a la asistencia sanitaria, la conservación de los recursos naturales del país o el tiempo que emplean con su familia.
Aunque este baremo parezca algo pintoresco comparado con los índices económicos que se manejan en el resto del mundo, para los bhutaneses es algo muy serio y concuerda con la cultura y tradiciones que ningún bhutanés desea perder en su proceso de modernización.
Bhután, que hasta 1960 no poseía vehículos motorizados, ni teléfono o servicio de correos. Además, en 1972 era uno de los países con el mayor índice de pobreza, analfabetismo y mortandad infantil del mundo, cuestiones que se han logrado subsanar en parte: la tasa de alfabetización ha pasado del 10% en 1982 al 60% al día de hoy; la esperanza de vida, de 43 años a 66, y la tasa de mortandad infantil, de 163 muertes por cada mil habitantes a 43. Con todo, tres de los grandes retos a los que se enfrenta Bhután al día de hoy son, las infraestructuras, el empelo-con una tasa de desempleo del 30%- y la educación de sus habitantes, que solo en un 2% poseen títulos universitarios.

¿Qué temen los bhutaneses?
Esta apertura al exterior tiene aspectos negativos. La delincuencia y el consumo de drogas han hecho aparición en la sociedad Bhutanesa. A esto se une el hecho de que muchos ciudadanos tradicionalistas vean con recelo el acceso a la democracia, ya que temen que este modelo político colocará a Bhután en el caos y la anarquía.





4 comentarios:

  1. ¡Cuanto me gustaría vivir en un lugar como Bhután! Pobre de ellos cuando la globalización les aplaste y su felicidad se convierta en frustración por no obtener lo que uno desea.

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  2. Terrible futuro el de Bután, en cuanto abres las puertas a la modernidad se llenará el país de delincuencia, hambre, drogas y puterío vario. ¡Que pena!

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  3. Que buen ejemplo a seguir: medir la felicidad de los habitantes del país en lugar de centrarse únicamente en el PIB es algo que revela el sentido más profundo de la vida humana. Esther Cristina Puentes

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  4. Llevo algunos años pensando en organizar un poblado con la filosofía de vida de Bhutan.
    Sin renunciar a la TV ni a Internet, pero con un uso controlado por los mismos habitantes por filosofía propia, que no impuesto.
    Busco gente que se crea capaz de dirigir su propia vida en comunidad, sin saltarse las reglas y un pequeño pueblo, poco habitado o abandonado...
    En España.
    ¿alguien me sigue?
    eltallerclasico@hotmail.com

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