Que fácil es alabar las revueltas populares que se están desarrollando en Egipto, Túnez, Jordania, Argelia o Yemen, mientras aquí la situación tiene ciertas similitudes; salvando las distancias.
Entre los datos que la prensa ofrece para justificar las manifestaciones se encuentran los altos niveles de paro juvenil, que en ninguno de los países citados se acerca al 40% que sufrimos en España.
Miro a mi alrededor y veo una juventud española que no reacciona, de hecho solo se sienten maltratados como colectivo cuando la policía o las autoridades ponen en peligro las algaradas populares en que se ponen ciegos de alcohol en los populares botellones.
¿Cómo quieren que nos divertamos, si las copas en los bares son muy caras y además de no te dejan fuman?
¿De verdad nuestros jóvenes están narcotizados?
Sin embargo en Francia un joven de 93 años, Stéphane Hessel, está levantando las conciencias con un panfleto titulado ¡Indignaos! Ya lleva más de un millón de ejemplares vendidos.
¿Qué les pide Hessel a los jóvenes?
Simplemente una reacción.
¿Debo hacer algo? Me pregunta un amigo de veinte años. He oído hablar mucho de las revueltas del 68 en París, Ciudad de México o Praga. ¿De veras ellos cambiaron algo?
Yo le digo que muchos de los “progres” que se han forrado de pasta con nuestra democracia perjuran que estuvieron allí lanzando adoquines a la policía, incluso alguno tiene uno de pisapapeles en su despacho.
Entre los estudiantes de hoy en día, la mayoría de los profesores, escasos sindicalistas y cada día más intelectuales, destacan el “anti-autoritarismo” surgido del 68 que liquidó la autoridad de maestros y profesores, aceleró la crisis de la universidad y devaluó la calidad y la excelencia. Contra la escuela y la universidad tradicionales era contra lo que se luchaba…
Y ahora en España, convertido en un yermo campo de moral y ética, tampoco aparece ese futuro brillante que pronosticaban nuestros políticos de derechas o izquierdas. Debajo de los “adoquines educacionales” que han inoculado a nuestras generaciones de niños y jóvenes tampoco encontrarán la playa de la Alianza de las Civilizaciones y el pleno empleo.
¿Debemos hacer algo? Si nuestra “partitocracia” no funciona, ¿tendremos que buscar otras formas de democracia?
De momento, por qué no empezamos con el cambio de la ley electoral, la desaparición de las subvenciones a partidos, sindicatos, asociaciones de empresarios y fundaciones diversas.
Por supuesto, indignémonos y después organicemos las protestas necesarias para hacer despertar a aquellos que se sienten concernidos… después, después Dios dirá.
¡Asaltemos el Palacio de Invierno (la Moncloa) a taponazos de cava o sidra de nuestros botellones. ¡Viva la Revolución Etílica!
ResponderEliminarNo todos los jóvenes somos pasotas. Tengo amigos que están verdaderamente preocupados: el piso de sus padres, donde viven ha bajado de precio un 15%, eso supone menos herencia...
ResponderEliminarha sido un buen fin de semana y un pésimo lunes
ResponderEliminarlunes negro, negrisimo a ver si les puedo llamar mañana, martes.
Un abrazo M.