En mi última novela, Por aquí pasó el taxidermista, uno de mis personajes suele señalar que la elección de un abogado es vital. Por supuesto, eso lo saben los poderosos, los mafiosos y los delincuentes de guante blanco; pero la gente corriente no.
La gente corriente acude a un abogado cuando se plantea el problema o el litigio está bastante avanzado. La mayoría desconoce que existen letrados especializados en los diferentes casos: civiles, criminales, fiscales, laborales… Cada cual se especializa en uno de estos temas, e igualmente suele manejar sin sonrojo su especialidad aunque no conozca a la perfección todos los apartados de la materia en cuestión.
Los ciudadanos requerimos sus servicios cuando nos queremos divorciar, cuando hemos tenido un accidente de circulación o cuando uno de nuestros hermanos impugna un testamento. Entonces es cuando recurrimos al abogado.
Pero ¿qué recomendaciones estaría dispuesto a darnos ese personaje del que he empezado hablando?
- Elegir un abogado desconocido. Eso significa que no sea tu amigo ni te lo haya recomendado alguien de confianza. De lo contrario, las relaciones personales se pueden erosionar debido al resultado del proceso, y su comportamiento puede ser menos profesional debido a vuestra amistad. Cuando solo hay dinero por medio y el abogado debe demostrar su eficacia, es mucho más implacable.
- Cuando tengas la primera cita, fíjate en su comportamiento hacia ti, su grado de empatía. Su manera de vestir no debe importarte, aunque para ellos sea un apartado esencial.
- Cuando le expongas el caso, él debe de estar atento y receptivo a tus indicaciones, no dejes que sea quien lleve la voz cantante; normalmente querrá imponer sus criterios y tratará de establecer una relación de poder sobre el cliente. Una actitud habitual es la de no escuchar: siempre sabe más que tú de tu problema incluso antes de que se lo cuentes.
- Pide un presupuesto detallado y cerrado: debe especificarte todas y cada una de las actuaciones incluidas en la minuta.
- Pregúntale sobre resultados obtenidos en casos similares al tuyo y sondea si está familiarizado con la defensa de ese tipo de litigios. De ahí extraerás tus propias conclusiones sobre su solvencia.
- Exige que te informe de cada paso que va a dar y el por qué de la estrategia antes de darlo. Que te consulte antes de proponer en tu nombre algo a la parte contraria.
- No te dejes intimidar. Él defiende tus intereses y es quien debe luchar en tu nombre por ellos, con todas sus fuerzas.
- Que Dios te pille confesado.
Por último, descubrirás que los casos acaban por dirimirse en un juicio donde no vence la verdad, necesariamente. Sin duda, el que mejor miente y más creíblemente lo expone es el que se proclama vencedor.
Ahora comprenderéis por qué la víctima de mi novela Por aquí pasó el taxidermista entra en un bufete dispuesto a matar al cuarteto de abogado: él no siguió ninguno de estos pasos.
Es terrible necesitar de un abogado, pero aún lo es más cuando sabes que te van a traicionar o a no cumplir los objetivos de su cliente. La suerte en la vida es algo fundamental, pero aún lo es más si se cruzan en tu vida taxidermistas como los abogados, procuradores, jueces o notarios. ¡Que Dios te pille confesado!
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